Esta tarde de verano, dos días antes de mi
cumpleaños comenzó el III Encuentro de Nacional de Poesía Joven 2014 que
organiza Tzuyuki Romero, una joven Tlacxcalteca, poeta y narradora que se ha
dado a la tarea de organizar diversas actividades literarias en Tlaxcala sin
ella la ciudad se hubiera quedado sin actividades literarias, pues aunque hay
escritores no hay muchos que sean capaces de donar un poco de su tiempo de su
claustro o de su divez a promover el trabajo de los otros, aplaudo pues este
trabajo de Tuzyuki y agradezco la amabilidad de invitarme.
Un día antes de la lectura me llaman a
junta, pues sí que al oro día tengo que estar en mi oficina burocrática a las
seis, reunión urgente, adiós a mis planes de escuchar a los demás poetas y
decirles salud en medio de ese clima frío de Huamantla, pero sí me di el gusto
de saludar a los poetas, darles un abrazo y comerme sus deliciosas cerezas
recién cortadas ( compradas). La inauguración se llevó a cabo en el Auditorio
del Museo del Títere, que es un lugar lleno de magia, éramos dos los poetas que
inaugurábamos pero uno de ellos no llegó, sin embargo estaba una poeta de los
ochenta maravillosa por su trabajo poético y editorial, así que entre las dos
abrimos las lectura y fue ella, Estephani Granda Lamadrid quién dio las
palabras de inauguración. Esta tarde antes de que comenzara la lluvia leí uno
de los poemas que tengo de China, no quise leer mucho, estaba nerviosa por el
regreso pues tenía que estar a las 6 en mi trabajo, llovía y al mismo tiempo
tenía una gran nostalgia por China y todo lo relacionado a ese maravilloso país
donde viví tres años, además había algo raro que no supe hasta después, semanas
después que me contaron el chisme, no lo voy a contar pero me quedó la
reflexión de que efectivamente, a veces las personas se ponen sacos que no les
corresponden, pero yo creo que les quedan a la medida, o si no, porque se los
ponen.
El poema con el que participé se encuentra
a continuación y está publicado en Apuntes
de viaje, editado por Praxis.
Respiradero
A
Edgardo, Pilar y Sebastián
Las
calles de Beijín son agridulces
el
cielo es bruma
neblina
oscura que te ciega
y
sin embargo, sus luces arcoiris son caricia
caminas
sin el miedo de asalto en occidente,
andas
con la confianza del pueblo de la abuela,
con
el canto en la boca de una sílaba extraña,
con
la certeza de llegar al puerto
tus
pasos son libres unas horas.
En
cada pensamiento que te aleja
una
flor de la vida en el oriente
callejones
con sus puestos de fruta
repletos
de alegres gritos guturales.
Caminar
en Beijing es ser el pez
el
alma de si mismo.
El
viento flota espeso y no vez nada
sólo
tus pies uno tras otro disfrutan su aventura
descubren
el silencio de la noche
el
canto de los grillos
las
flores del verano que termina
adornando
los pasos del transeúnte.
Anduve
paso a paso sin destino
tropezando
con bicis y tenderos
en
cada recuerdo una vivencia que cambia de rumbo al pensamiento.
Beijín
es siempre gente, noche condensada
en
la que te abres pasó como selva
es
un disturbio de mente entre los hombres del Tai
qi
y
el trajín diario, cotidiano, es el huton
y el edificio,
el
jardín y una barranca de cemento.
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