Selección de la obra de Isolda Dosamantes
La poesía de
Isolda Dosamantes expresa el destino americano, doliente siempre, aunque
rebelde y en franco pie de lucha. Ella exhibe desde recias imágenes de la
realidad social de nuestros países, hasta las de la ardiente intimidad, sin
obviar su referencia al laboratorio de las relaciones parentales. Poesía
diáfana, sin embargo, de notable frescura, en la que la ingenuidad juega roles
de denuncia y de reclamo, aunque siempre muestra sorpresa por descubrir y testimoniar
belleza.
Lágrimas de Circe Mar
del Plata, marzo de 2017
Artículo 27
Mi país está colmado de montañas
de sierras verdes
peñascos
ríos que se desbordan con la lluvia grande
mi país tiene montañas verdes,
cerros de arena y de tezontle
tiene también cemento
que va cubriendo poco a poco la tierra del maíz
y el canto del cenzontle.
Soy del sur y traigo el chiquihuite cargado de fruta
mis manos son
puños de semillas.
Soy la mujer de la cuesta
ando por los senderos
camino por azoteas de teja mirando al horizonte
busco tierras sedientas de maíz
su jardín
su pedazo de asfalto lo requiere.
Cuando nazcan milpas
comeremos elotes frente comal oyendo las memorias
alegres de una abuela..
Casino
Llegaron con su olor a petróleo,
anduvieron metiéndose entre los clientes
dieron vueltas
vueltas
se tejieron con las maquinitas y las mesas,
giraban entre la copa de vino y el black jack,
mayates entre el azar del tiempo y un póker
buscaban a algo en medio de la tarde.
Trapeaba la señora Rode
y Juana con su pequeña panza
con su panza simpática de meses
daba grasa a sus zapatos
y de pronto
todos corrieron
zapatos pasaron por mi cabeza
fui una alfombra
corrían todos sobre mi espalda
el aire se hizo oscuro, tosí
tosí
una y muchas veces maldiciéndolos
a esos que andan dando órdenes y no tienen rostro.
Maldije con fuerza
como si empujará un camión de carga
de nada sirvió
como de nada los soldados en las calles y los políticos
que hablan
de nada sirven
igual que las marchas y los gritos de niños muertos
de nada sirven
a nadie culpan de las muertes del ABC,
a nadie de esta muerte mía que llega con el humo
y esta asfixia que siento en la tiroides
es un nudo grande de tristeza
me voy con otros que se me van adelantando, me voy a otra
vida
a la muerte misma que no llega
mis ojos lloran
por todos los muertos de este México
mis ojos rojos son humo
siento el carbón en mis pies
ardo un poco y
¡cof!
qum
no sé
por
qué
no llegan los bomberos.
Carta de confesión, 2008
A
Gabriel Cruz Mayorga
Es una carga fuerte
somos un gigante mitológico cargando el mundo
nuestra espalda nudo
al no poder llegar a ningún sitio.
Hubo una vez un
loco que habló solo.
Habló con la voz grande de Tlatoani.
nombró las heridas en la espalda del monte
nombró las cabezas de niños muertos en las montañas.
Los locos vierten en sus sílabas
lágrimas nocturnas,
consejos
ellos dibujan mundos donde las milpas crecen en tierra
agreste.
Todos estamos locos
somos locos de un mundo
cargado de balas y esperanza,
de balas que nos encorvan con su chirriar puntal en la
cabeza.
Amigo, algunos pierden, perdemos, la memoria.
No queremos saber
nos basta con el plato de frijoles a tiempo ,
la medicina,
con un ron para olvidar el trajín diario,
perdemos piso,
perdemos alma.
y como si eso no fuera suficiente
las mojadas,
las indígenas,
las pensantes,
las pobres espaldas sobrias que oyen y ven,
bombas,
como si al atacar civiles los grandes capitales sintieran
cosquillas.
Y uno tan acá del otro lado,
hablando todo esto con su almohada
porque a nadie le importa Gabriel que mi cabeza de
vueltas
y piense en cada cuerpo frío como se piensa en el amor.
El mundo está poniéndose más triste
se deprime la economía
y la falta de sol nos consume frente al diván o al escritorio.
¿Cómo empezó este mes Gabriel,
cómo se nos viene el mundo encima?
Nadie habla del porqué de las bombas,
si pudiera hablar con los de las armas
si pudiera Gabriel,
les diría que los civiles no,
¡qué los civiles no!
¡Qué los civiles no!
Apuntes de viaje
de Isolda Dosamantes, México, DF, 2012, se presenta ante el lector como un
pasaporte, un salvoconducto que lleva al desplazamiento permanente, tanto en
ritmo, imágenes y viaje, de una ciudad a otra, de una estación a otra, cosiendo
ese espacio entre los lugares, los días y los años. Aquí la voz y la mirada se
entrelazan en un hilo que se enhebra en una aguja de tiempo, que va bordando el
texto, con la suavidad y agudeza del acero.
Víctor Hugo Díaz
Riquelme
Ensamble
El hombre está lleno
de ausencias;
cada mañana se
desprende de un abrazo,
de un sueño, de
un saludo;
cada mañana
regresa más solo del metro;
su mano, líneas
de historias repetidas;
sus ojos han
sido deshabitados por la luz;
hoy es menos
hombre que ayer, más bestia;
a veces, lobo,
tigre; otras, gusano.
Ese hombre está
lleno de ausencias,
ese hombre se
despertó esta mañana
con la certeza
de ser un maniquí,
ése del cabello
oscuro busca en sí mismo
y se recuerda en
el abuelo de la fábrica,
en las calles
repletas de luz y globos de colores en la infancia.
Ése que camina
cabizbajo
se recuerda y
comienza a tejerse,
a ensamblar sus
piezas,
a encontrarse.
Tiempo de tulipanes
Hoy caminé al
trabajo y la vi;
anda la belleza
dando vueltas por las calles,
se coloca en la
esquina,
mira a los que
se han quitado las botas de invierno
y pasean con los
pies al aire,
danzando.
Ha llegado la
armonía con su velo de colores a escuchar
la música del
río que se desliza entre sus olas;
llega, nos
deslumbra su lluvia,
su vestido de
nube,
nos seduce con
sus danzas sobre la tierra
que se ha
pintado de verde.
En los jardines
de las casas de madera nacen tulipanes,
tulipanes de
sabor sandía, naranja, fresa,
tulipanes de la
princesa Juliana,
tulipanes
alegres con sus brazos al aire,
cien mil
tulipanes que alegran la vista cansada del invierno,
tulipanes botón
que anuncian el amor.
mayo, 2009
Las fiestas de la luna
De madrugada el
cielo abre sus cortinas,
las estrellas
apenas tintinean:
son hojas del
otoño;
abrigan con sus
vértices la luz del plenilunio;
ante sus rayos
infinitos los hombres
tienen su frente
clara como el viento
y se les puede
ver
la infancia
girando irremediablemente
feliz como
luciérnaga en el monte.
El trabajo
poético de Isolda Dosamantes, persuade las emociones de un lector en busca de
adoptar nuevas anécdotas poéticas para su registro humano. La poeta se permite
desdoblarse en cada uno de sus versos, llevándonos de la mano, al tiempo que se
autodescubre y muestra su identidad a través de su memoria.
Esta singular poeta tlaxcalteca se atreve a ser flor,
lluvia, a veces viento, hablar con duendes y amores, convertirse en águila,
planeta, tierra y silencio. Consigue también retratar al hombre desde la
autenticidad, por lo que su poesía resulta una fusión entre el recuerdo y la
necesidad de guardar un registro para justificar la existencia del hombre. Así
la poeta se atreve a convertirse en pájaro – serpiente – ballena o sueño
lúcido. Un recuerdo que va incrementándose al ritmo de su madurez poética, o
del delicado tejido erótico que se esconde entre los diversos contextos
poéticos y rincones de la cotidianidad humana que transforma en poesía. La
sencillez tan poderosa como efectiva a lo largo de su obra, resulta convertirse
en su principal virtud poética.
Guillermo Carballo
Espada
del infierno
¿Con qué piel debo enfrentar los gritos del viento en
mi cabeza?
no sé quien soy
desde la noche en que tomaron mi cuerpo para herirme
(a cuatro
manos ulceraron mis ramas
a cuatro
gritos lloré en la penumbra de sus rostros
en el
silencio más recóndito del día
en el
anonimato más insoportable
en la
cobardía más limpia del escombro)
hice como si no pasara nada
y en mis ojos nació una nube
oscuridad continua
espada del infierno
acuchillándome constante
¿con qué piel debo limpiarme del romero
para recuperar el reflejo cristal de mis pupilas?
Brujería
Cuando te nombro
caen una a una estrellas verdes
una cana, dos, diez años,
retoño de los sueños
veinte años y regresas.
Te escucho pintadas las ojeras.
Caminaríamos una calle juntos
si no fueras aceite que quema y se consume.
Del barro nos fundimos espirales
las sábanas de hotel
se agitan a distancia.
Eres sólo un mal día
dolor de espalda
un peso que no quiero tener.
Con este conjuro te ordeno que te vayas.
Flor
de loto
I
Si alguna vez amé quisiera recordarlo,
sentir el aleteo,
luciérnaga entre milpas
gacela en pastizales.
A veces quisiera un rostro cerca
de mis labios
y caminar las olas,
jugando con el mar.
Tan sólo soy un pájaro
que vuela libre
y busca entre sus vuelcos
una rama en que abrigarse del calor.
II
Soy una mujer
en busca de algún lago.
El Lago Oeste viene hacia mis ojos
es parte de mi cuerpo,
en su tiniebla me acurruco.
El lago me refleja
en sus sauces llorones.
Soy flor de loto que renace
en medio de sus hojas,
rodeada de llovizna
soy sirena
y con mi tono de colores,
encuentro una canción al centro de mi vientre.