Fiesta erótico amorosa en la #galeriacasadelanube















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Erotismo en la nube

José Luis Puga Sánchez


El llamado es ya constante, permanente. Esas ocasiones, cuando el alineamiento astral y las urgencias poéticas y narrativas lo demandan, un grupo de poetas y otros menos narradores se encuentran en la nube. En esa casa tienden sus poemas y sus cuentos al viento para despojarlos del amarrillo velo del encierro… y también para compartir sus pesares y sus quereres.

En la penumbra de la luna,
cuando nuestros cuerpos se encuentran en sosiego,
soy dichosa de tan libre.
(“Cubos en la memoria”/ Isolda Dosamantes)

Ese fue el 15 de febrero en Casa de la Nube. Isolda Dosamantes hizo sonar el corno y presuroso cortejo de escritoras y escritores respondió al llamado. Se trataba de cantar al amor y al erotismo, sacar la piel al sol, esparcir sus feromonas y rosarse seductoramente con alguien más.

Y en esa sugerente terraza abierta las palabras fluyeron. Y sí, el público no respondió a la convocatoria en la medida necesaria… pero la atmósfera de cualquier modo se engendró…

Las gaviotas tienen miedo de sentir nuestros cuerpos,
corren en la arena por nuestra desnudez,
La memoria de cada una asusta a las nubes y olas
la tarde es el pergamino que duerme en plumas de ganso.
(Sin título/Ángeles Netzahualcóyotl)

Colmado el pequeño salón y dos o tres mesas externas. Arrebujadas, las poetas en su mayoría y por grupos de cuatro desfilaban ante la mesa de lectura y desde ese podio el aire se desprendía saturado de electricidad y de fragancias.

Angélica Minor, Alba Tzuyuki Flores, Alejandro Ipatzi, Ángeles Netzahualcóyotl, Deyanira Mendieta, Raúl Lozada, Daniela Escobar, la propia Isolda Dosamantes, la matrona del espacio, y algunas musas más llegaron, miraron, coquetearon e hicieron el amor con quienes quisieron y se dejaron.

Somos uno
Somos todas las aves del puerto
Playa
Donde estoy mamando tu silencio.
(Angélica Minor)

Anunciados pero nunca llegaron Adrián Mendieta y Georgina Franco, en tanto que aunque presente nunca hablante estuvo Javier Bautista, también anunciado.

Alba Tzuyuki Flores y Alejandro Ipatzi participaron esta ocasión en su veta de narradores. Ella ofreció un relato más vivencial, más amoroso y delicado en su tratamiento, mientras que él arrojó sobre el auditorio un corrosivo y escatológico cuento que raspa penes y clítoris.

Penetraré a la naturaleza,
la detonaré,
los hombres y las mujeres
son cortes para mis venas
(Metamorfosis / Deyanira Mendieta)

“Agüita… tamalitos…” sugerían la diligente muchachita que vivaz sorteaba mesas, sillas y comensales, así como el avispado cocinero-despachador de la terraza. El tañido digitalizado de campanas desde lo alto de la cercana capilla, impregnaba de un sabor de fantástica solemnidad la liturgia poética en marcha, mientras el novio de Tzuyuki urgido tomaba el teléfono y facebook como una ruta de escape-alivio a la sobredosis de poesía que amenazaba hacer saltar su cordura.

Daniela tomó el micrófono y antes de leer su poema regaló su semilla: el poema surge de la visita a una casa donde hay una pared repleta de fotografías de las mujeres de la casa todas vestidas de novia, pero la anfitriona había decidido no casarse…

De rojo, madrugada,
entré a tu habitación como una tumba
y ahí la mujer que vi en el día,
al lado de tu cuerpo, gato sobre la cama
con la mirada exacta de tu madre.
(Intitulado / Daniela Escobar)

La placidez de Isolda, la    sensualidad de Tzuyuki, la rugosidad de Ipatzi, la sexualidad de Angélica, la frescura de Ángeles, la calidez de Deyanira… Entrañables todas ellas que, diáfanas, se abrieron al cielo y a la vida, en una noche de orgía y delirio. Después, al correr las horas, se vistieron con su ropaje de normalidad y se guardaron nuevamente en su respectivo baúl, hasta que los sortilegios sagrados hagan renacer sus espíritus muy pronto…



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