El Gen Poético por Víctor Hugo Díaz



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... Apuntes de viaje de Isolda Dosamantes, México, DF, Editorial Praxis, 2012, se presenta ante el lector como un pasaporte, un salvoconducto que lleva al desplazamiento permanente, tanto en ritmo, imágenes y viaje. De una ciudad a otra, de una estación a otra, cosiendo ese espacio entre los lugares, los días y los años (los recuerdos). Aquí la voz y la mirada se entrelazan en un hilo que se enhebra en una aguja de tiempo, que va bordando el texto, con la suavidad y agudeza del acero industrial: Se escuchan sus pequeñas patas sobre la tierra,/ Inician el viaje de su piel por las esquinas,/Descansan un momento frente al agua… El viento flota espeso y no vez nada,/ sólo tus pies uno tras otro disfrutan su aventura,/ descubren el silencio de la noche.

En ciertos pliegues del libro los objetos adquieren personalidad, ya no sólo es materia, forma y nombre, sino también un tú, un él: Los hombres se abrazan a su árbol,/ lo abrazan como un niño ante su madre,/ lloran en él… se acarician en las ramas y descansan,/ … como si árbol les hablara,/ …Los hombres se golpean contra el árbol,/ le pegan con firmeza en la coraza/ y la fortaleza del árbol se hace suya,/ la sombra de los hombres son sus ramas.

Llama favorablemente la atención en Isolda, el contrapunto generador, un A v/s B = C, es decir, el “paso” en un mismo poema o un mismo paisaje escritural, desde un elemento cargado de suavidad cultural en un instante; a otro en que se transforma el sentido, hasta terminar en la dureza áspera del desarrollo urbano moderno, afiches del hoy, tajadas de ahora; cuando caminar es ser un pez y donde lo que flota es espeso: … la ciudad vive las flores,/ las crece, las corta, las cultiva,/ las hace de cartón,/ de masa, de madera … En China todo gira,/ las voces danzan en círculos precisos,/ los albañiles construyen edificios en semanas, o donde sólo se tiene el trajín diario… el edificio,/ el jardín y una barranca de cemento.

Por momentos la enumeración de lugares, tiendas, objetos y comidas, adquieren en sí su ritmo propio: al final compré tortillas/ y cigarrillos baratos,/ cigarrillos de los indígenas,/ cigarrillos piratas. Ritmo tanto en respiración como en sucesión de imágenes, o mejor dicho, en ese gesto móvil en que las siluetas y las situaciones se exponen ante el ojo. Por ejemplo esa voz que viaja desde la ciudad más contaminada, Las calles de Beijing son agridulces/ el cielo es bruma/ neblina oscura que te ciega;/ sin embargo, sus luces arcoíris son caricias, hasta luego aparecer en el punto más alto de Norteamérica; porque es el cuerpo, su significado y su memoria lo que se desplaza en este libro ágil y potente, como mirarse a los ojos  Mírame de frente, escúchame,/ déjame escuchar tu piel,/ vengo de lejos como muchos,/vengo del norte y hablo inglés.// Montaña de Mont Royal,/ ciudad de los sueños del artista.


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